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Guadalajara, Jalisco a 13 marzo de 2003.
Con esta celebración Eucarística por el eterno descanso de mi mamá Amelia,
siendo la puerta de la primavera. Estamos unidos la familia, los amigos, compañeros, y todos a quienes con su generosidad nos han abrazado compartiendo con nosotros estos momentos,
“Tu eres el tronco invulnerable, y nosotros las ramas
por eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la suerte ni te hemos visto
nunca sino como la fuerza y la alegría.”
Jaime Sabines.
Amelia de la Mora fue una mujer excepcional, todos gozamos de su entrega, fue una excelente novia en el siglo pasado, cuando por el Paradero, el Club Atlas fue sede de la juventud de todos nuestros padres y abuelos como un Centro deportivo único y exclusivo.
Mi mami, novia eterna de Ernesto Gomez Ibarra Ruiz, nos ha dejado en el silencio muchos mensajes, fue una esposa enamorada por más de sesenta años, verdadera ama de casa y, sobre todo, nos inculcó la entrega total, a lo que decidiéramos con enorme respeto, y sobre todo, nos acunó de tal manera que nos es difícil su partida.
Ella no fue maestra pero nos enseñó a leer, y nos tomó de la mano para cada tarde realizar la tarea. No fue pediatra, pero podía distinguir entre un resfriado común o una enfermedad seria, podía detectar miedo o las pesadillas de Armando, y podía entender los inventos de dolencias por querernos hacer la pinta. No estudió contaduría ni administración, pero dividió el pan con amor y con justicia en partes iguales, siempre en cuatro partes iguales. A mi papá, un guerrero incansable, le custodió su dinero y sus sueños, en perfectas partes guardadas. Mi mami, no estudió teología, pero fue cambiando el concepto de Dios sin restarle esencia, para adecuarlo a la edad y a la mentalidad de cada uno de nosotros. No fue astróloga, pero nos enseñó por las noches la Osa mayor, el camino de Santiago, el lucero de la tarde, y nos invitaba a contemplar los atardeceres en Chapala.
Sabía cuando iba a llover, porque olía a tierra mojada, igual nos anunciaba las cabañuelas de enero. Nos enseñó a distinguir una malva geranio de otra, y un jazmín mosqueta de un jazmín estrella, por su aroma y su forma. Nos contó el secreto de la poda de los rosales el día más frío del año.
Ella junto a mi papá, nos inculcaron la música, el afán y la alegría en medio de la santa rutina y, sobre todo, sin ser poeta nos rezaba en el Santuario y en el Templo de los Ángeles uno de los mejores sonetos místicos de el Padre R. Plascencia.
“No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por eso de ofenderte.
Mueveme tu, Señor, mueveme al ver Tu
cuerpo tan herido muévenme tus afrentas y Tu muerte.
Muéveme en fín tu amor de tal manera que aunque
No hubiera cielo yo te amara y aunque no
Hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar por que te quiera
Que aunque lo que espero no esperare
Lo mismo que te quiero te quisiera.”
Amelia mi mamá, nos dio testimonio del amor, de la pareja, del respeto a los abuelos, y sobre todo de la devoción a mi papá. Para nosotros es natural decir, mi tía Chata la de Paviche,
Esperanza la de Ramón, mi tía Nena, la de Polo; Celia, la de Cuco Barba, tía Carmen de Tino Badial; Lupe la de Juanjo; Luz Elena, la de Polín; Melín la de Arturo Godínez, Lupita la de Guillermo; Mina la de Beto; Rosina la de Tino y así con todos los tíos vivos y muertos, la pareja y el amor es una presencia en nuestra vida.
Mi papá siempre nos observaba tejiendo y cocinando, pero cuando mi mamá se fue debilitando, inventamos seguir tejiendo pero a los vivos y a los muertos, ella nos contaba de su juventud, de los bailes, de las serenatas, y no nos entristecimos al dejar los estambres y las agujas en los canastos, solo era una pausa, ahora seguimos tejiendo para sus bisnietos y seguimos cocinando. Fue una excelente cocinera y anfitriona, nos dejó un libro de cocina, que ella mecanografió en las mañanas cuando mi papa está trabajando, cada aroma de cada casa de sus hijos y nietos, tiene su cariño y su presencia.
Por eso la sentimos cada día y en cada espacio, loado sea el tiempo que la gozamos, loado sea que mi papá nos conduce ahora, con una fuerza enorme y sobre todo con una inteligencia privilegiada.
La Tia Esperanza su hermana menor murió hace dos meses y mi mamá con la fortaleza de una Señora abrazó a mis primos, y rezó a tía Lancha. Con valentía, la lloramos pero cada día gozamos su recuerdo, no sabíamos que nos estaba dando otra lección, cuando ella nos faltara.
Los silencios nos dicen mucho, nos regresan a Chapala, a la pubertad, al noviazgo de nuestros padres, al Guadalajara quieto, a los colegios, a los bautizos, y nos tatúan el deber santo de enterrar a nuestros muertos, pero las alabanzas y la memoria son nuestros cimientos.
Ahora estamos aquí para ser, estamos siendo en la voluntad de Dios y en la paz que pedimos nos abrace para gozarla sin llanto en su recuerdo.
“Uno es el hombre que anda por la tierra
y descubre la luz y dice: es buena
la realiza en los ojos y la entrega
a la rama del árbol, al río a la ciudad.
Al sueño a la esperanza y a la espera
uno es el destino que penetra
la piel de Dios a veces,
y se confunde en todo y se dispersa."
Jaime Sabines.
...
y yo Leticia.
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