QUERIDO ALEJANDRO FLORES
Querido Alejandro Flores:
Todavía lo recuerdo, como algo palpable cuando te conocí. Me aterré, lo confieso, yo era muy joven, (tú mucho mas) y no sabía que se podía volver a sentir un amor inexplicable. La fidelidad la confundía con la oscuridad y la quietud, y tú ese día en tierras sinaloenses me tocaste de una manera que ya no te pude olvidar.
Te quise olvidar con miedo, pero en el amor, en el tuyo, en el mío, siempre tus ojos estaban ahí, tu aroma, tu candor y tu audacia inexplicable. Tú sabes que han pasado muchos años, y que de vez en vea nuestros encuentros inéditos se grabaron en cada uno de nosotros en forma tan ordenada y tan deseada. Tu vida de estudiante a distancia yo la sabía de manera casi sensual cuestionaba a Lalo para saber de ti, y por supuesto con una delicadeza casi para no dejar escapar todo lo que llevaba dentro.
Ahora en tu madurez de persona maravillosa que has salido de mil vidas ajenas y de responsabilidades, te he visto crecer tanto que en la admiración que tengo hacia ti a veces tiemblo. Tu búsqueda del amor como los amorosos de Sabines te dignifica (al menos para mí) y te da un brillo que yo admiro, tu soltar amarras que te ahogaban en Guadalajara volaste de tal forma que verte es un gozo enorme.
Así Alejandro finalmente estoy aquí, en tu espacio en l los que te cobijan en los amores y no amores.
El mar es infinito y yo regreso porque le pertenezco, me toca, me silencia y creo que me ama. Ahora te espero junto a él, así huelo tu cuerpo en este lugar, tu hogar, tan tuyo y en esta santa clandestinidad me pierdo.
Leticia.
Puerto Vallarta, octubre de 1999.
NARRACIONES |
EPÍSTOLAS |