NELSON SIMON
Yo soy un águila.
Leticia pinta un cuadro. En su mano, el pincel, es una terca libélula empeñada en cabecear contra el gris abismo del lienzo. Alta la mañana, olorosa a eucaliptos entra por la ventana de su estudio.
Yo la veo girar, alejarse y volver como de tierra extraña,para luego golpear todos los grises con la espátula. Imagino soledades y van surgiendo plumas, escamas, lentejuelas de agua y esa sombra del pico amenazante sobre nuestras cabezas desplegando dos alas tras el sueño.
Parábola del vuelo y de la libertad: águila que se anuncia. Nunca se vuelve a ser el mismo y el alma se revuelca después de haber andado la luz que sangran las calles de La Habana -me dice con descuido- en la pulida mañana de Guadalajara bajo un cielo, de tan azul y limpio, irreal.
¿Quién sopla a sus oídos? ¿Quién dicta ese color que ahora le brota, ese afán de dejarnos la piel contra las cumbres? ¿Qué misterio nos guarda para el ojo ese pájaro enorme que ríela bajo el oleaje de su lienzo?
Leticia pinta un cuadro. Yo me lo invento todo. Yo ficciono ese instante, en que su mano, atrapa al águila: pedazo gris de eternidad que luego comprará, indiferente, algún coleccionista. Mientras ella pintaba, yo sé que el aire se ahogaba con una danza de Cervantes; la sal del Malecón nos salpicaba y lamía la piel como a una vieja casa. Domingo 25 de noviembre, 2001.