EN EL VEDADO
Extraño tu sombra, esa, la que no me toca, la que me atrapa junto al enmohecido cancel y estatua sin cabeza.
Extraño tu voz, esa, que no es mía, y que me cuenta cuentos de ti mismo.
Extraño tu atisbar en el campo Santo, y tu asombro que sí es mío; nos hemos aferrado ante mundos fenecidos.
Extraño tus manos, esas que tendieron un santo puente para desnudarme de códigos y reglamentos que al fin ya no son míos.
Leticia Gómez Ibarra.
Ciudad de la Habana, septiembre del 2000.
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