Javier Hernández Larrañaga
DE PERSONAJES QUE CONOCÍ
EL ARQ. GUILLERMO GARCÍA OROPEZA, “GUADALAJARÓLOGO CONFESO”
“L'ENFANT TERRIBLE”, A UN AÑO DE SU PARTIDA
EL ARQ. GUILLERMO GARCÍA OROPEZA, “GUADALAJARÓLOGO CONFESO”
“L'ENFANT TERRIBLE”, A UN AÑO DE SU PARTIDA
Memo pertenecía -como yo-, y lo cito descaradamente: “a esa ‘inmensa minoría’ que pensaba que Guadalajara podría recuperar el esplendor que alguna vez tuvo”.
Ingresó en 1995 a la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística con una tesis clásica: “Confesiones de un Guadalajarólogo”, un tema que como él decía, “es al mismo tiempo, encantador y absolutamente inútil, pero que nos sirve para intentar defender a la ciudad de los bárbaros”.
Era “hijo único de una familia materna, norteña y nómada”, “circunstancia que me impuso una niñez de lo más neurótica” y se autodefinía como “un norteño pobre en el exilio”. Su inicio en el mundillo editorial lo hizo con dos libros de breves cuentos, “que en realidad son uno”: “Encuentro en Ámsterdam” y “La Balada de Gary Cooper”, ahora clásicos y de colección para el afortunado que consiga alguno de sus ejemplares.
Memo era con su mente brillante un crítico agudo y sin concesiones, como lo demostró en el 2004, en su muy comentada participación en la presentación del Libro “Amanecer después de las tempestades”, “Obra y trascendencia del Cardenal José Garibi Rivera”, llevada a cabo en el Club de Industriales de Jalisco, donde en presencia del mismísimo Cardenal José Sandoval Íñiguez y la élite política de entonces, dio una repasada crítica a las atrocidades y grandezas de la iglesia, aunque reconociendo que la gran obra de Garibi Rivera había sido el Templo Expiatorio. (Memo me obsequió el texto original que leyó en esa presentación).
Con respecto al Arq. Díaz Morales tenía una postura ambivalente un tanto confusa, por un lado, afirmaba que el respeto que tenía por la arquitectura lo debía al “maistro” -como él le llamaba- Ignacio Díaz Morales, pero por otro sentenciaba: “la discutida cruz de plazas que proyectó mi maistro Díaz Morales…”; “ese demencial regalo fue la señal para tasajear Guadalajara y acabar con lo viejo a nombre del progreso (y los bienes raíces)” Memo gustaba del buen tequila blanco y del buen vino generoso, el que degustamos muchas veces tanto en el mítico “Zapotlanejito” en los límites de la antigua Colonia Francesa, como en las comidas mensuales de “La Focaccia”, donde la mesa fue siempre presidida por su majestad: la amistad auténtica e incondiciional.
Festejábamos los dos ser “analfabetas informáticos” aunque ahora que lo pienso bien, creo que hubiera disfrutado de las acotaciones eruditas del Arq. Fernando Brizuela y de las propuestas pictóricas de grandes artistas de Lety Ibarra (admirábamos mucho al ya desaparecido y muy premiado acuarelista boliviano don Ricardo Pérez Alcalá, sus bellas puertas y ventanas viejas, pero sobre todo, sus empedrados imposibles) Lamentamos juntos la partida del Dr. Trinidad González Gutiérrez, caballero a la antigua usanza, que gustaba de recibirnos con un excelente rompope en su consultorio junto al Sanatorio Guadalajara y de Aurorita Chávez Hayhoe a quien, -Memo gustaba de platicar-, alguna vez y por admiración le declaró públicamente su amor imposible.
Cuando Memo llegó a la “horrenda tercera edad” como la llamaba, al igual que para muchos de nosotros, el concepto de la muerte dejó de ser algo lejano, algo ajeno. Él decía que, al llegar a esa edad, la muerte estará siempre allí, discretamente presente, pero concluía que mientras durara la vida, aún disminuida, seguía siendo una opción maravillosa.
Ya muy minado de su salud, tuve el ingrato privilegio de reunirme con él en su última salidaautónoma, o sea, antes de su inminente paso al mundo del confinamiento y de la dependencia de terceros, fue en ocasión de una reunión en el Sanborns de la calle de Tepic (Fco. Javier Gamboa, pues) y Vallarta, con Sara Velasco y el Arq. Carlos Irigoyen Varo, el tema era un proyecto en equipo que quedó por supuesto inconcluso, aunque Memo tuvo siempre la esperanza deretomarlo “en cuanto salga de esta”.
Desagraciadamente eso ya no ocurrió, en las dolorosas visitas a su espacio final, fuimos involuntarios testigos del lastimoso deterioro de aquella mente brillante, visitas que nos hacían salir de su casa con el corazón oprimido y pensando en otros y mejores tiempos.
Todo terminó el 28 de agosto del año pasado, cuando aquel norteño pobre en el exilio, extendió sus alas para por fin abandonar el valle de la ciudad de sus afanes.
Se le encomendó entonces a un servidor, la responsabilidad de rendir su homenaje póstumo en la sesión múltiple que la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística tenía programada para los miembros recién desaparecidos, y en la que tuvo que ser incluido por su repentino deceso, homenaje en el que está basado esta emocional añoranza.
Descansa en Paz “enfant terrible”, añorado amigo.
ARTES PLÁSTICAS
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