CLANDESTINIDAD
Me quedé sola en la habitación del joven dormido.
La puerta selló el tiempo. Hacía mucho que el silencio
me venía doliendo, ahora acaricia
y humedece mi sensualidad.
Rocé sus labios y su pecho, aparté la sábana
y contemplé su cuerpo joven , sin ensayos, sin mentiras.
Me desnudé lentamente, segura de esa soledad que me acompaña,
con una persistencia casi insoportable.
Me acosté tan cerca de él, que nuestra respiración se
confundía; besé y acaricié su sexo sin arrepentimientos, sin reloj.
Gocé cada instante y me prometí no cerrar los ojos con vergüenza,
tocar cada pedazo de luz y de clandestinidad
que me daba la noche, la vida.
Leticia Gomez Ibarra. Septiembre 1991.
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