CADA DOMINGO
Reto pertinaz y sin fin de veinte y cuatro horas,
energía dormida, exuberancia sin salida a pesar mío.
Murmullos que gotean en siestas con sopor y aromas,
recordando el santo asombro del erotismo ajeno.
Contrafuertes de recuerdos y deseos apretados
en un instante inolvidable y olvidado.
Música sin luz, cirios encendidos en penitencias de silencios místicos;
después, llantos a pecados no cometidos.
Cada domingo por la noche palpo mi cuerpo
llamando asistencia a mis sentidos.
Leticia Gomez Ibarra. 1991.
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