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LETICIA GÓMEZ IBARRA

AL CONSULADO

                                                                                   Guadalajara, Jalisco a 26 de noviembre de 2001.

Héctor sin Apellido:
Esta carta la he pensado mucho porque ayer salí del Consulado muy molesta con usted y la forma de tratarme no solo a mí sino en general. He visto como usted trabaja intenso, lo entiendo, yo he trabajado casi toda mi vida.
También he visto como las personas que se acercan a ustedes lo hacen con mucho miedo, con mucho temor y se ha vuelto quizá esto un poco molesto y desagradable para ambas partes,

Lo que me ha impresionado es una viejita en silla de ruedas que atemorizada no sabía contestar una pregunta, que su esperanza esa mañana era tener el permiso de los Estados Unidos de America para encontrar a su familia que allá casi seguro trabaja. Una viejita que posiblemente tiene años sin ver a sus hijos o a su familia y ve en ustedes una esperanza para el último tiempo de su vida.

– ¿Cuánto tiempo va a estar en Estados Unidos? –le preguntó un compañero suyo y ella casi sorda se asusta y su hija también y no saben que contestar y entonces yo pensé... "Cuanto miedo tienen estas gentes de no poder salir a ver a sus parientes y no sabe que contestar y estuve en un minuto de decirle"
– ¿Cuánto tiempo usted quiere quedarse? ¿Porque ella contestó: “Lo que usted quiera” 
Entonces y solo entonces pensé que nosotros los que trabajamos estamos a un tono, solo un tono de la ternura y del poder y que todo lo que hagamos al pasar los años se nos regresa o lo entendemos quizá tarde.

Entiendo que usted no quiere tener personas enfrente, lo entiendo, pero no es la forma de tratarnos, y decirnos
“váyase allá y siéntese”, no somos animales y donde usted me sugería no es ni silla ni banca, y yo no soy delicada puedo sentarme hasta en el suelo pero yo pagué un servicio y solicito se me dé como ser humano.
Pensé mucho lo que yo podría hacer y podría seguir con el tono de Usted de poder y enojo, pero no se logra nada, podría reportar, o podría ir a los derechos humanos o desearía que alguien que usted ame mucho se le trate así, pero esto es un a continuación de una actitud negativa.

¿Cuánto tiempo dura nuestro poder tras un escritorio? El tiempo que el reloj marque la hora de salida y después ser, sin esos guantes y camisa de uniforme, un ciudadano cualquiera que desea ir a comer una sopa caliente como la mía de medio día, unas tortillas y gozar el aroma de una casa con ambiente de cordialidad, somos iguales, deseamos lo mismo, queremos y cuidamos a nuestros abuelos y parientes, amamos a nuestra pareja o esposo o
esposa y aún cansados esperamos con gusto el fin de semana.

Entonces nos olvidamos que una sonrisa de ustedes es una atención con afecto a quienes los molestamos con miles de preguntas que de verdad no sabemos , y así ustedes se enfadan porque a medio día les han preguntado doscientas veces lo mismo, pero para nosotros es la primera pregunta y la bienvenida al Consulado de los Estados Unidos atendido por mexicanos y tapatíos como nosotros, servicio que se está pagando.

Entonces Don Héctor quiero decirle que aprendí de usted mucho, que le agradezco lo que me hizo pensar, y que mi tono ha cambiado de tal manera que le pido una disculpa por mi impaciencia, por mi enojo. Ahora mi carta espero sea quizá un inicio de comunicación con las personas que esperamos de usted una información un consejo, o una orientación necesaria para poder viajar a ver a los hijos, o al padre que vive allá y no se le visita desde hace años, o quizá viajar para ir a cuidar a una persona enferma, o también viajar con los hijos a Florida o a ver los personajes de Walt Disney viaje que se espera después de trabajar y ahorrar lo necesario.

Está usted Héctor frente a muchas personas con objetivos y sueños diferentes cada uno, con destinos dolorosos o gozosos, está usted frente a seres humanos y yo entiendo y agradezco todo lo que aprendí ayer en solo unos
momentos frente a usted. Espero que todos los que trabajamos nos unamos en cordialidad y servicio para que en éste nuestro mundo, vivamos mejor.
       Atentamente, 
​       Leticia Gomez Ibarra.

NARRACIONES

EPÍSTOLAS

| A Beatriz Castañeda y su pintura
| 
A Jesús Wong
| Ángelus
| Años Guadalajara
| Autorretrato
| Ayúdame
| Cada domingo
| Clandestinidad
| Cuando horizontales
| Décimo día
| Don Tacho y el niño
​​| Don Tacho, el árbol y el eclipse
| El aparador de los portales
| El calor agrieta la tierra
| El cielo y el infierno
| El cielo y el infierno-Oscar Wilde
| El color de la sonrisa
| El globo
| En el aire hay siempre oculta-1
| En el aire hay siempre oculta-2
| En el vedado
| Erótica fatiga
​
| Estimado…
​
| Hombre de siglo
​
| Lápidas
| Lourdes Martínez a Manuel
| Manos
| Me casé en San Sebastián del Oeste…
| No digas que fue un sueño
​
| Me gusta escribirte cuando duermes
| No seré tierra firme
| Nuestro ensayo
| Otra vez
​​| Para construir un gran amor
| Para la Princesa
| Por el mar de las Antillas
| Requiem a Ramiro Torreblanca (1)
| Requiem a Ramiro Torreblanca (2)
| Retrato a un moro perverso
| Su locura
​| Tita
| Tú y yo
| Variaciones de Bahía
| A Mary Papitas
| Ahora lunes y yo comprando
| Al Consulado
| El tío Nacho
| Estuve pensando en ti Minita
| Querido Ale
| Querido Alejandro Flores
| Querido Luis Figueras
| Queridos primos Carlos y Nacho
| 
Visité a Minita en Chapala
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